Un error que cometen muchas personas es confundir un fracaso no como un evento (perdí) sino como parte de su identidad (soy un perdedor).
Si la persona es ver un fracaso como un evento, se pondrá en movimiento para mejorar, se esforzará para desarrollarse.
Si la persona ve el fracaso como un reflejo de su persona, cada competencia lo pone en la obligación de demostrar si sirve o no sirve, toda su autoestima se juega en ese partido.
Ver los fracasos como signo de la personalidad no solo genera temor y presión sino que corre el foco de lo necesario para ganar (mejorar).