Septiembre de 2011. San Diego, California.
-“Steve, es el chico. Es el chico otra vez. Lo ha vuelto a hacer”
– “¿Qué ocurre?”
-“Es Kawhi. Me han llamado del pabellón, se ha llevado dos lámparas de casa”
-“¿Cómo dices?”
– “Ha vuelto a aparecer a las 6:30 de la mañana, con todo a oscuras, para entrenar. Él mismo se ha llevado dos lámparas de su casa, las ha puesto sobre la pista y ha comenzado a tirar. Y ahí sigue”
Steve Fisher, entrenador de la universidad de San Diego State y por entonces con 66 años, atendía el teléfono atónito. El que fuese director de los ‘Fab Five’ de Michigan, capítulo imprescindible en la historia del baloncesto universitario, se encontraba fuera de la zona. Un asistente le alertaba de que su ya ex jugador, elegido tres meses antes en la primera ronda del Draft (#15, por Indiana Pacers), estaba empleando la época de cierre patronal NBA en llevar al límite, sin cordura ni lógica, su actividad favorita.
Los ojos de Kawhi, por Andrés Monje